La siguiente es una versión adaptada de la leyenda El baño de la reina mora, ambientada en los últimos días de esplendor de Medina Azahara, según el relato tradicional cordobés.
Versión adaptada
En los jardines de una de las lujosas almunias cercanas a Medina Azahara, la hermosa Radhia, de deslumbrante belleza, vivía en un ensueño de amor. Cada día, un misterioso caballero acudía al estanque donde ella se bañaba, hablándole con dulces palabras que encendían su corazón.
—Amado mío —le decía ella—, desconozco tu nombre, pero tu presencia me causa una alegría que jamás sentí, ni siquiera como esposa del Emir Alhakam II.
—Soy un guerrero noble —respondía él—, pero por ahora, debo ocultar mi identidad. Muy pronto sabrás quién soy.
Radhia, embriagada por su pasión, aceptaba el misterio, convencida de que aquel hombre era digno de su amor.
Una noche, mientras ambos se encontraban en el jardín, envueltos por el murmullo del agua y el canto del ruiseñor, un mensajero irrumpió con urgencia: —¡La ciudad está siendo atacada! Los bereberes caen ante las lanzas de las tribus cordobesas. ¡El Emir debe acudir a defender su reino!
Entonces el caballero reveló su identidad:
—¡Soy el Emir Suleiman! Y por ti y por mi reino, lucharé hasta vencer o morir.
Corrió hacia la batalla, mientras Radhia, desvanecida por la emoción, cayó al estanque. Sus esclavas acudieron en su auxilio, pero la tragedia ya se había desatado.
Las ruinas de un amor
Los palacios, jardines y salones de Medina Azahara, creados por Abderrahman III para su amada Azahara, fueron destruidos tras el levantamiento. Sus maravillas fueron saqueadas y quemadas por los propios cordobeses, como castigo hacia los bereberes. Nada quedó en pie salvo ruinas, y los pájaros mismos evitaban detenerse en aquel lugar maldito.
Radhia, ahora sola, regresaba día tras día al sitio de su dicha perdida, llorando sobre los escombros de una ciudad que fue símbolo del amor y el poder, y que ya solo vivía en su recuerdo.
El estanque de Radhia
Han pasado más de ochocientos años. Hoy, sólo quedan ruinas esparcidas por los alrededores de Córdoba la Vieja. Sin embargo, aún se conserva, casi intacto, el estanque de la almunia donde Radhia vivió su historia. Aunque seco, mantiene sus arcos y columnitas, y es conocido tradicionalmente como el Baño de la reina mora.