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Las casas andalusíes conservaron la llamada sala del estrado, uno de los espacios destinados a las mujeres dentro de la casa palaciega. Heredera del harem, la zona de una casa o palacio musulmán donde se encuentran las mujeres, a la que solo tienen acceso los eunucos, el señor y unos pocos criados de confianza, la sala del estrado se mantuvo en las casas cristianas.

Conquista de Córdoba

Cuando llegan a Córdoba los grandes nobles existen en las casas palaciegas las zonas femeninas, como la sala del estrado o el llamado a veces ‘patinillo de las mujeres’, que se puede ver en el Palacio de Viana y en cualquier otra casa noble. Eran ámbitos propios de la mujer y ocupaban un espacio físico delimitado. En ‘la sala del estrado’, el ‘estrado’ era precisamente un sitio en el que las mujeres se sentaban ‘a la morisca’, en el suelo, sobre ricos estrados recubiertos con colchas, cojines o alfombras. No era un símbolo de humillación, sino de condición social. Estaba mal visto que la mujer se sentase en una silla, se consideraba poco femenino. Esa costumbre perdura en Córdoba hasta el siglo XVII. Por ejemplo, el príncipe Cosme de Medici, en una visita a Andalucía, le comenta al cronista que le acompañaba cómo le llama la atención que las damas le reciban sentadas en el suelo.[1]

Referencias

  1. Manuel Ramos Gil, notario y autor: “No sé lo que es una maratón de Netflix”, por Rafael González, en el diario El Debate, 11 de octubre de 2020.