Caballo Andaluz

Caballo Andaluz

El caballo andaluz, oficialmente conocido como Pura Raza Española (PRE), es una antigua raza equina originaria de Andalucía. Históricamente ha sido apreciada por su belleza, nobleza y versatilidad, convirtiéndose en un emblema de la cultura española. Desde hace siglos, Córdoba ha desempeñado un papel central en la cría y desarrollo de esta raza; de hecho, "hablar del caballo español es hablar de Córdoba" en palabras de historiadores locales. Los caballos andaluces cordobeses se forjaron a lo largo del tiempo mediante cuidadosas selecciones, hasta consolidarse bajo el nombre de PRE tras siglos de cría selectiva.

Origen e historia del Caballo Andaluz

Antecedentes antiguos y época romana

La presencia de caballos en la península ibérica se remonta a unos 3.000 años. Ya en la Antigüedad, los équidos hispanos gozaban de gran prestigio: Aristóteles (siglo IV a.C.) ensalzaba las virtudes del caballo ibérico, al igual que posteriormente lo hicieron Plinio el Viejo, Virgilio y Columela. Durante la dominación romana, la región de Bética (Andalucía romana) fue célebre por sus caballos. Córdoba, capital de la Bética, se distinguió como centro proveedor de excelentes caballos y mulas que eran enviados a todo el Imperio. Autores romanos mencionan la calidad de estos animales criados en las fértiles riberas del Guadalquivir. Así, desde tiempos tempranos los caballos cordobeses se contaban entre los más apreciados del mundo antiguo.

Periodo andalusí (época islámica)

Lejos de decaer, la fama del caballo peninsular se incrementó durante Al-Ándalus. Con la llegada de los árabes en el siglo VIII, Córdoba -entonces capital musulmana y una de las urbes más avanzadas del mundo- intensificó la importación y cría de caballos árabes, refinando la estirpe ibérica. El cruce con el pequeño y elegante caballo árabe produjo ejemplares de gran belleza, ágiles y veloces, consolidando un tipo de caballo andaluz cordobés muy valorado. Existen registros históricos de la alta calidad de las yeguadas de los gobernantes omeyas: durante el reinado del emir Alhakén I (s. IX) las caballerizas califales de Córdoba -ubicadas junto al Alcázar y extendiéndose hasta la orilla del Guadalquivir- albergaban más de 2.000 caballos. A finales del siglo X, bajo el gobierno de Almanzor, se llegó a establecer una yeguada en la zona de "Al-Mada'in" (Las Islas), en la que se alojaban aproximadamente 3.000 yeguas de vientre y 100 sementales destinados tanto a la guerra como a regalo de dignatarios. Estas cifras ilustran la extraordinaria dedicación de Córdoba a la cría caballar en época islámica. Los caballos andaluces resultantes, herederos del linaje ibérico y árabe, sentaron las bases genéticas de la raza actual.

Edad Media cristiana

Tras la conquista cristiana de Córdoba en 1236, la tradición ecuestre continuó floreciendo. Durante la Baja Edad Media (siglos XIII al XV), Andalucía se convirtió en la frontera principal con el reino nazarí de Granada, y el caballo fue un recurso estratégico de guerra. Córdoba sobresalió entonces como principal centro logístico de aprovisionamiento de caballos resistentes y valientes para las tropas castellanas en la frontera. La Corona de Castilla implementó medidas proteccionistas para fomentar la cría: desde el siglo XIII se dictaron leyes prohibiendo cruzar yeguas con asnos al sur de la llamada "Raya Real" (línea imaginaria al norte de Andalucía, Extremadura y Murcia), con el fin de preservar la pureza de los caballos del sur. Gracias a estas políticas, las estirpes andaluzas se mantuvieron relativamente puras, combinando la herencia de los caballos árabes y bereberes (traídos por almorávides y almohades) con la población local ibérica.

En Córdoba, también la nobleza contribuyó a la mejora de la raza. Un ejemplo notable fue la creación de la estirpe de los "caballos Guzmanes", luego conocidos como "caballos Valenzuelas". A comienzos del siglo XVI, D. Luis Manrique (caballero cordobés de la Orden de Calatrava) cruzó sus yeguas con un semental bereber excepcional que había llegado desde Marruecos, fundando una línea equina famosa por su calidad. Esta casta de caballos cordobeses especiales se mantuvo por varias generaciones (bajo custodia de la familia Valenzuela, de ahí su nombre) y fue alabada en textos de la época. Aunque finalmente desapareció tras las convulsiones de la Guerra de la Independencia a inicios del siglo XIX, la leyenda de los "valenzuelas” perdura como ejemplo del celo criador cordobés.

Consolidación en la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII)

El siglo XVI marcó el punto de inflexión en la consolidación formal del caballo andaluz como raza, nuevamente con Córdoba como escenario clave. El rey Felipe II, gran amante de los caballos, eligió Córdoba para establecer la cuna del caballo de Pura Raza Español. En 1567 anunció la creación de unas caballerizas reales en la ciudad, con el objetivo expreso de criar un "caballo perfecto" que reuniera belleza, agilidad y nobleza. La elección de Córdoba no fue casual: su posición geográfica central en Andalucía, cerca del frente de la Guerra de las Alpujarras (1568) y bien comunicada, la convertía en un lugar estratégico. Además, Córdoba ya contaba con tradición ecuestre y pastos de calidad en el valle del Guadalquivir.

Felipe II encargó al noble cordobés Diego López de Haro y Guzmán la misión de reunir en Córdoba los mejores sementales y yeguas de Andalucía. Con fondos reales (8.000 ducados iniciales) se construyeron en 1570 las Caballerizas Reales de Córdoba sobre los antiguos establos califales, en terrenos junto al Alcázar de los Reyes Cristianos. López de Haro adquirió o arrendó dehesas cercanas para pastos y llevó a cabo una estricta selección genética, bajo la supervisión directa del monarca. El propio rey declararía ese año su intención de "sostener y criar un buen número de yeguas de vientre con sus potros y crías en la ciudad de Córdoba". Tras décadas de esmerada cría en Córdoba, nació un caballo refinado que muchos consideraron "el caballo perfecto", emblema del Imperio español y reservado inicialmente para uso exclusivo de la Casa Real.

Fachada de Caballerizas

Las Caballerizas Reales de Córdoba se convirtieron así en la cuna oficial del caballo andaluz/PRE. Desde este recinto se proveyeron ejemplares no solo para la caballería real española, sino también para cortes europeas, pues el prestigio del caballo español creció enormemente. Durante los siglos XVI y XVII, los caballos andaluces fueron los más apreciados de Europa, apareciendo con frecuencia en retratos de reyes y nobles de la época. Su influencia se extendió por el mundo: numerosos linajes equinos extranjeros tienen origen andaluz, ya sea por exportación directa o cruces. Por ejemplo, razas como el lipizzano (caballo de la Escuela Española de Viena), el frisón holandés, el lusitano portugués, el kladruber centroeuropeo, e incluso caballos criollos y de paso en América, descienden en gran medida del caballo andaluz cordobés. De hecho, registros históricos indican que desde Córdoba partieron ejemplares hacia América que fueron base de muchas razas americanas posteriores.

Culturalmente, en la España del Siglo de Oro, los caballos cordobeses eran legendarios. Escritores como Miguel de Cervantes elogiaron estos corceles; en Don Quijote de la Mancha, Cervantes llegó a afirmar que "Córdoba es la madre de los mejores caballos del mundo". Poetas como Góngora (nativo de Córdoba) y dramaturgos como Lope de Vega también alabaron la nobleza y brío de estos animales. Siglos después, el poeta andaluz Federico García Lorca inmortalizó las Caballerizas Reales de Córdoba llamándolas "la catedral para los caballos", reflejando la importancia casi sagrada del caballo en la tradición cordobesa.

Decadencia y revitalización (siglos XIX–XX)

A inicios del siglo XIX, las guerras golpearon duramente la cría del caballo andaluz en Córdoba. En 1808-1809, durante la Guerra de la Independencia, las Caballerizas Reales de Córdoba fueron desvalijadas por las tropas napoleónicas, dispersando o perdiendo gran parte del valioso ganado equino. Con la extinción de la Yeguada Real, la raza sufrió un declive general en España. Aunque en 1828 se intentó restablecer una yeguada real en Córdoba, no fue hasta 1841 cuando se instaló en las antiguas caballerizas un Depósito de Sementales del Estado. En ese periodo, las Caballerizas pasaron de manos de la Corona al Estado (durante la regencia de Espartero) y en 1864 quedaron adscritas al Ministerio de la Guerra, que continuó usando el recinto para la cría caballar militar. A finales del siglo XIX se construyó en el complejo un picadero cubierto de estilo industrial (inspirado en las estructuras de Gustave Eiffel) para la práctica de la equitación.

Otro hito importante fue la creación en 1847 de la Escuela de Veterinaria de Córdoba, una de las primeras de España, por iniciativa de la reina Isabel II. Esta institución nació, en buena medida, para apoyar la cría equina nacional, especialmente la del PRE. Con el tiempo devino la Facultad de Veterinaria de Córdoba, que ganaría prestigio como centro de formación e investigación equina (hoy se la considera una de las más destacadas de Europa en materia de medicina y producción equina). La fundación de esta Escuela de Veterinaria en la ciudad refuerza la estrecha relación entre Córdoba y el mundo del caballo.

Durante el convulso siglo XIX y gran parte del XX, la crianza del caballo andaluz atravesó momentos críticos en toda España -por ejemplo, la inestabilidad política y la revolución industrial redujeron su población-. Sin embargo, Córdoba mantuvo viva la llama: el Depósito de Sementales continuó operando en las Caballerizas Reales de Córdoba durante más de un siglo, abasteciendo de reproductores a ganaderías de PRE. Ya en el siglo XX, se instauró en 1912 el Libro Genealógico del caballo español (oficializado por Alfonso XIII) para controlar la pureza de la raza. Pese a las pérdidas sufridas en la Guerra Civil Española (1936-1939), la población de PRE se recuperó gradualmente en la segunda mitad del siglo XX. En 1972 se fundó la Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española (ANCCE), que impulsó la difusión internacional de la raza.

Finalmente, en 1995, una reestructuración del servicio de cría caballar del Ministerio de Defensa puso fin a la actividad estatal en las históricas caballerizas: el Depósito de Sementales de Córdoba fue trasladado a la localidad de Écija (Sevilla) ese año. Las centenarias Caballerizas Reales de Córdoba quedaron entonces bajo titularidad municipal. Poco después, en 1996, nació la Asociación Córdoba Ecuestre, entidad dedicada a la preservación y promoción del caballo andaluz en la ciudad. Actualmente, Córdoba Ecuestre gestiona las Caballerizas Reales de Córdoba -declaradas Bien de Interés Cultural-, manteniéndolas abiertas al público, con exhibiciones diarias de caballos PRE y espectáculos ecuestres de alto nivel.

Influencia y usos históricos

A lo largo de la historia, el caballo andaluz cordobés ha tenido una influencia notable en diversos ámbitos:

Equitación clásica y alta escuela: Por su agilidad innata, elegancia y capacidad de reunión, los caballos andaluces fueron la montura predilecta en las escuelas de equitación barrocas. El maestro francés François Robichon de La Guérinière (s. XVIII) afirmaba que "todos los autores han dado siempre la preferencia al caballo español (...) por su agilidad, resorte y cadencia natural; le han estimado como el más apto para la plaza y el lucimiento por su gallardía y gracia; y el más apropiado para la guerra por su mucho espíritu y su gran docilidad". De hecho, la prestigiosa Escuela Española de Equitación de Viena (fundada en 1572) se inició con caballos españoles provenientes de Córdoba, y aún hoy sus famosos lipizzanos descienden de aquel linaje. En Andalucía, la tradición de la alta escuela perdura en instituciones como la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre (fundada en Jerez de la Frontera en 1973), donde se exhibe el arte de la doma clásica con caballos andaluces de pura raza.

Guerra y ejército: Antes de la era industrial, el caballo andaluz fue esencial como caballo de guerra. En la Reconquista y las contiendas medievales, los jinetes andaluces (incluidos los célebres jinetes de Córdoba) eran muy cotizados. Su valentía y resistencia en batalla contribuyeron a victorias militares, y los reyes protegieron la cría para asegurar monturas de calidad. Incluso en la era moderna, la caballería pesada europea prefería caballos españoles por su combinación de fuerza y manejo. Monarcas como Felipe II mantenían estos ejemplares para su ejército y guardias reales. Más adelante, durante la colonización de América, caballos andaluces enviados desde Córdoba participaron en expediciones y guerras, influyendo en la fundación de las razas criollas de caballería en el Nuevo Mundo.

Nobleza y estatus: Poseer caballos andaluces de Córdoba fue durante siglos símbolo de prestigio social. La alta nobleza española y europea apreciaba su porte majestuoso en desfiles, cacerías y ceremonias. En los siglos XVI-XVII, reyes, príncipes y embajadores que visitaban Córdoba adquirían estos caballos para sus establos. Pintores clásicos como Velázquez, Van Dyck o Rubens inmortalizaron a reyes montando ejemplares españoles de pelajes tordos y castaños. Un caballo cordobés bien entrenado podía ser obsequiado como regalo diplomático de altísimo valor. La proliferación de ganaderías nobiliarias (por ejemplo, la de los Duques de Medina Sidonia o la Casa de Osuna) con sangre andaluza consolidó aún más la reputación del PRE en las cortes europeas.

Cultura y tradición: Además de las menciones literarias ya señaladas (Cervantes, Lorca y otros autores), el caballo andaluz se integró profundamente en la cultura popular andaluza. En Córdoba, desde tiempos antiguos existían ferias de ganado y competiciones ecuestres que animaban la vida social. La Plaza del Potro -una de las más antiguas de la ciudad- debe su nombre a la estatua de un potrillo que corona su fuente (colocada en 1577), y porque en ese lugar se realizaba antiguamente la compra-venta de caballos y otros ganados. Esta plaza, mencionada incluso en Don Quijote, fue célebre por sus posadas de arrieros y tratantes de equinos, reflejando la importancia económica del caballo en la Córdoba preindustrial.

Instituciones ecuestres de Córdoba

Caballerizas Reales de Córdoba: Fundadas por Felipe II en 1570, son la institución histórica por excelencia ligada al caballo andaluz. En ellas nació formalmente la raza PRE y durante siglos funcionaron como núcleo de cría y selección. Tras su etapa como yeguada real y depósito militar, hoy las Caballerizas -propiedad municipal- albergan espectáculos de doma y sirven de centro de difusión del patrimonio ecuestre cordobés, abiertas al público gracias a la gestión de la Asociación Córdoba Ecuestre.

Facultad de Veterinaria de Córdoba: Inaugurada en 1847 como Escuela Subalterna de Veterinaria, fue una de las tres creadas bajo el reinado de Isabel II. Nació con el objetivo de mejorar la salud y la cría del ganado, especialmente equino. A lo largo de más de 175 años ha formado profesionales veterinarios y contribuido con investigaciones en reproducción y medicina del caballo. Su vinculación con el PRE le ha dado renombre internacional, siendo referente académico en el mundo ecuestre.

Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre: Con sede en Jerez (Cádiz), aunque fuera de Córdoba, merece mención por ser una institución andaluza dedicada a la exhibición y enseñanza de la doma clásica con caballos PRE. Fundada en 1973, realiza el espectáculo "Cómo bailan los caballos andaluces" y mantiene un centro de cría. Córdoba ha colaborado estrechamente con la Real Escuela en eventos y formación, y comparte objetivos en la preservación de las artes ecuestres tradicionales.

Asociación Córdoba Ecuestre y CABALCOR: Creada en 1996, Córdoba Ecuestre promueve numerosas actividades en torno al caballo español. Organiza exhibiciones semanales en las Caballerizas Reales de Córdoba (Espectáculo "Pasión y Duende del Caballo Andaluz"), así como clínicas, cursos y concursos. Desde 2001 impulsa CABALCOR (Feria del Caballo de Córdoba), un prestigioso Salón Morfológico anual celebrado cada septiembre. En CABALCOR se realiza un concurso nacional de caballos PRE con la participación de ganaderías de toda España (incluyendo un importante contingente cordobés) y pruebas de doma vaquera, entre otras disciplinas. Este evento se ha consolidado como uno de los más relevantes del país en el ámbito del caballo de pura raza, reforzando el estatus de Córdoba como referente ecuestre.

Morfología y características de la raza

El caballo andaluz o PRE es un animal de tipo ibérico barroco, de constitución armónica y potente. Posee una alzada media de alrededor de 155-165 cm a la cruz, con peso entre 400 y 500 kg. Su cabeza es proporcionada, de perfil recto o subconvexo, con ojos grandes y expresivos que denotan vivacidad. El cuello es musculoso y elegantemente arqueado, unido a unas espaldas fuertes. El pecho es ancho y profundo, el dorso corto y robusto, y la grupa ligeramente inclinada, redondeada y musculosa. Las extremidades son sólidas y largas, con articulaciones bien definidas y cascos duros. Suele presentar abundantes crines onduladas y cola poblada, atributos estéticos distintivos. En cuanto a los colores, todas las capas sólidas son admitidas; predominan los ejemplares tordos (pelo blanco o grisáceo) y castaños, aunque también los hay negros, bayos y alazanes. Su porte denota elegancia en el movimiento, con andaduras ágiles, elevadas y cadenciosas. Estos rasgos morfológicos clásicos han hecho del PRE un caballo fácilmente reconocible y muy apreciado en exhibiciones.

Temperamento y comportamiento

Una de las cualidades más celebradas del caballo andaluz es su temperamento equilibrado. Combina un carácter enérgico y orgulloso con una gran nobleza y docilidad, facilitando su manejo. Tiende a responder con prontitud pero sin brusquedad ("de justas reacciones"); es inteligente, aprende con rapidez y busca complacer al jinete. Su nobleza innata se refleja en su confianza y valentía: mantiene la calma en situaciones difíciles, lo que históricamente le valió fama de caballo fiable en batallas. Al mismo tiempo, es sensible y expresivo, percibiendo sutilmente las indicaciones del jinete -rasgo ideal para la alta escuela-. Es un animal esencialmente rústico y resistente, capaz de adaptarse a climas cálidos y sobrevivir con dietas sobrias. Muestra disposición para cualquier tipo de doma o disciplina, ya sea clásica, vaquera o de trabajo, gracias a su cooperación y afabilidad. En suma, el PRE cordobés es firme, confiable y seguro, atributos de carácter que, junto con su impresionante porte, lo convierten en un caballo muy completo.

Usos actuales del caballo andaluz

En la actualidad, el caballo andaluz tiene presencia destacada tanto en competiciones ecuestres internacionales como en festejos tradicionales. Por su facilidad de manejo y equilibrio, es muy utilizado como caballo de silla para paseo y ocio, siendo adecuado tanto para jinetes principiantes como expertos. En el deporte, se ha consolidado en la disciplina de doma clásica (dressage): varios PRE españoles han competido en Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales, logrando incluso medallas en equipo e individuales en Olimpiadas recientes. Si bien frente a razas centroeuropeas el PRE puede tener menor amplitud de paso, destaca en ejercicios de alta reunión (piaffe, passage) casi perfectos gracias a su fuerza y actitud. También es el protagonista de la doma vaquera, modalidad de equitación tradicional española que simula las labores de campo, donde su agilidad y obediencia brillan. En el rejoneo (tauromaquia ecuestre) es la montura preferida: su valentía, velocidad de salida y capacidad de giro lo hacen ideal para enfrentar al toro en la plaza.

Asimismo, el PRE se emplea en enganches (coches de caballos) para exhibición y competición, luciendo en ferias y concursos de atalajes. Continúa siendo el caballo estrella en espectáculos de alta escuela y fantasías ecuestres por su belleza escénica: escuelas como la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre o compañías ecuestres privadas presentan coreografías donde el andaluz ejecuta ejercicios como corbetas, cabriolas y otras aires elevados, arte para el cual está especialmente dotado. Su versatilidad alcanza incluso al turismo ecuestre y rutas a caballo, donde su resistencia física le permite recorrer largas jornadas. En ganadería, es común verlo aún en fincas andaluzas en labores de manejo del ganado bravo y exhibiciones de acoso y derribo, demostrando su instinto vaquero heredado.

Hoy en día, el PRE goza de reconocimiento mundial. El Libro Genealógico contabiliza alrededor de 180.000 ejemplares registrados en más de 60 países. España continúa siendo el principal criador, pero existen importantes yeguadas en América (México, Colombia, Estados Unidos), Europa (Francia, Italia) y Oceanía. La exportación de caballos españoles es una industria en auge: ejemplares cordobeses se venden a altos precios a amantes de la equitación clásica y coleccionistas de todo el mundo. Cabe señalar que la denominación “caballo andaluz" fuera de España a veces se aplica de forma laxa a caballos de tipo ibérico sin pedigrí oficial; sin embargo, únicamente los inscritos como pura raza en el Libro Genealógico pueden considerarse auténticos PRE. Dentro de la raza, la línea cartujana (derivada de los caballos criados históricamente por los monjes cartujos de Jerez) se distingue como una estirpe particular muy valorada por su pureza. En cualquier caso, la cría del PRE representa aproximadamente el 10% de la ganadería equina española, reflejo de la importancia económica y cultural que sigue teniendo esta raza en la actualidad.

Papel cultural y simbólico en Córdoba

En Córdoba, la figura del caballo ocupa un lugar destacado en la identidad local, palpable en fiestas, tradiciones y en la propia fisonomía de la ciudad. Cada año, a finales de mayo, la Feria de Nuestra Señora de la Salud transforma la ciudad en un escenario ecuestre: cientos de jinetes con traje corto y amazonas con traje de flamenca recorren el Real de la Feria en el tradicional paseo de caballos y enganches. Durante las tardes de feria, caballos andaluces engalanados y coches de caballo clásicos desfilan por las calles del recinto ferial, creando una estampa colorida que congrega a cordobeses y visitantes. Este paseo ecuestre -regulado con horarios y normas específicas para garantizar el bienestar de los animales- es una de las señas de identidad de la feria cordobesa, al igual que en otras ferias andaluzas, evidenciando cómo el caballo sigue siendo símbolo de celebración y prestigio social.

Además de la feria, Córdoba alberga eventos ecuestres de relevancia nacional. Ya se mencionó CABALCOR, la Feria del Caballo de Córdoba, que cada septiembre atrae a aficionados y criadores. También en mayo, durante la popular fiesta de los Patios Cordobeses, suelen organizarse exhibiciones puntuales de caballos en las plazas históricas, y la Batalla de las Flores (desfile primaveral) incluye carruajes tirados por hermosos ejemplares floridos. En romerías locales, como la Romería de Nuestra Señora de Linares, los peregrinos acuden a caballo o en carretas, manteniendo viva la imagen del jinete devoto que se remonta a siglos atrás.

El legado ecuestre está presente incluso en la toponimia y el arte de Córdoba. La ya citada Plaza del Potro no solo fue mercado equino, sino que su emblemática Fuente del Potro (con el caballito de bronce) se ha convertido en icono de la ciudad. Otra plaza céntrica, la Corredera, acogió antaño justas, corridas de toros y exhibiciones a caballo. Existen calles como Calle Caballerizas Reales (donde se ubica el monumento ecuestre) o Camino de la Carrera del Caballo (vía histórica hacia la sierra) cuyos nombres evocan claramente la impronta del caballo. Incluso en la gastronomía y la hostelería local hallamos guiños: el reputado restaurante El Caballo Rojo, junto a la Mezquita-Catedral, o la antigua posada del siglo XVI Posada del Potro (hoy museo), continúan recordando la larga convivencia entre Córdoba y sus caballos.

En el plano simbólico, el caballo representa para Córdoba nobleza, tradición y excelencia. Es un motivo recurrente en carteles de ferias y festivales, y protagonista de numerosos relatos y leyendas locales. La estampa del jinete andaluz con sombrero de ala ancha montando un corcel español forma parte del imaginario colectivo cordobés. A través de los siglos, desde las esculturas romanas hasta la poesía contemporánea, el caballo andaluz criado en Córdoba ha sido ensalzado como símbolo de orgullo local y parte inseparable del patrimonio vivo de la ciudad.