Menú alternativo
Toggle preferences menu
Menú alternativo personal
No has accedido
Tu dirección IP será visible si haces alguna edición

El Tesoro de Frigdario (Leyenda)

De Cordobapedia


Una noche lluviosa de febrero, un cazador cordobés se hallaba refugiado en un caserón de tapial y cañizo en la dehesa de La Bastida, a unos veinte kilómetros de Córdoba, en plena Sierra Morena. Lo acompañaban su criado, un ganadero que vivía allí y dos aragoneses que trabajaban cada año en la producción de carbón. El temporal los mantenía reunidos junto al fuego cuando, cerca de la medianoche, oyeron llegar a dos forasteros con un mulo y un burro cargados de herramientas y cuerdas. Pedían cobijo hasta el amanecer, alegando no tener otro refugio.

A la luz de la lumbre, el cazador observó que aquellos hombres, aunque vestidos como campesinos, poseían un porte y unas facciones nobles. Eran, claramente, padre e hijo. Tras un rato de conversación y unas copas de vino, el mayor reveló su secreto: venían desde Granada dedicados a la búsqueda de tesoros antiguos, guiados por manuscritos y pergaminos que habían heredado. Uno de esos documentos los había conducido hasta allí, indicándoles que bajo una cruz tallada en un altar de piedra, junto al único árbol de la mesa del Cabrahigo, se encontraba enterrado un tesoro.

El ganadero, que conocía bien la zona, negó la existencia de altar alguno. El propio cazador afirmó haber estado allí recientemente y tampoco haber visto nada. Pero los forasteros insistieron. Mostraron un manuscrito antiquísimo con letras góticas y un tosco dibujo de un altar. Al pie, una frase rezaba: “Debajo de la cruz está el tesoro.”

A la mañana siguiente, el guarda de la finca llegó alterado. Había sorprendido a dos hombres excavando en la mesa del Cabrahigo. Para su asombro, habían descubierto efectivamente un altar de piedra con una cruz tallada, hasta entonces desconocido incluso para su padre, que había sido guarda allí toda su vida.

Intrigado, el cazador se dirigió con el guarda al lugar. Los hombres habían huido al verlos, pero allí estaba el altar, tallado toscamente en un gran peñasco: dos gradas y, sobre una superficie vertical, una cruz de brazos redondeados y dos círculos a sus lados. Al explorar el entorno, encontró una cueva oculta tras zarzas. Dentro, iluminando con una vela, halló en el suelo un hueco rectangular, evidencia clara de que allí había estado enterrado un cofre. También encontró, abandonado, el mismo manuscrito de la noche anterior.

Ese manuscrito contenía una historia antigua, que el cazador leyó con fascinación.

En el año 712, tras la derrota visigoda en la batalla del Guadalete, un noble llamado Frigdario huyó de Córdoba junto a su joven esposa Egalina, su pariente Tulga, varios esclavos y un valioso tesoro. Pretendían esconderse en la Sierra Morena y allí, en la mesa del Cabrahigo, encontraron una cueva junto a un altar de piedra. Frigdario decidió ocultar allí el tesoro por seguridad.

Pero desconocía que su esposa amaba en secreto a Tulga. Este, movido por la pasión, descubrió el escondite del tesoro y pactó con los invasores musulmanes para que rescataran a Egalina a cambio de las riquezas. Al saberse casi rodeados por los moros, Frigdario quiso huir con su esposa. Ella entonces le confesó su traición: amaba a Tulga y esperaba liberarse de él. Lleno de dolor y furia, Frigdario la mató de un solo golpe con su daga.

Frigdario huyó con su esclavo Claudio. Tiempo después, ya moribundo en los Pirineos, le pidió que escribiera toda la historia y trazara un plano del altar para que, si algún día los visigodos reconquistaban su tierra, pudieran recuperar el tesoro. Claudio cumplió su promesa, pero nunca pudo entregarlo a ningún rey. Copias del manuscrito circularon con los años, y una de ellas fue la que los forasteros llevaron aquella noche a La Bastida.

Pese a que muchas personas buscaron después el tesoro y exploraron extensamente la cueva y sus galerías, jamás fue encontrado. Algunos piensan que los propios moros se lo llevaron, guiados por Tulga. Lo cierto es que, hasta el día de hoy, el misterio permanece.