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El Gran Lora


Este personaje de principios de los años cincuenta del siglo XX llamado Manuel Lora Lucena tenía como oficio ser poeta, escribano, agente de información y de colocación de personal doméstico. Era de avanzada edad, vestía humildemente, distinguiéndose por su carácter cordial y simpático, a la vez, gozaba con satisfacción de la popularidad adquirida por su polivalente oficio.

Su oficina de reclamo era la calle, situándose en lugares estratégicos de la ciudad como: Calle de la Espartería, Cuesta de Luján o calle Claudio Marcelo. Tenía una vara metálica con un cartelito manuscrito por ambas caras que servía de llamada y reclamo como experto de la pluma. Portaba igualmente una cartera a la bandolera donde guardaba cuartillas, tinta y plumas, así como una pequeña mesita y taburete portátil, medios necesarios para sus menesteres escribanos.

Su trabajo consistía en buscar oficio a personal que sirvieran como doncellas, niñeras y pinches de cocina, como también se dedicaba a redactar misivas de amor a enamorados, rellenar instancias, facilitaba direcciones de médicos especialistas, así como dar nombres de abogados para resolver pleitos a todas aquellas personas que llegaban de los pueblos.

Pero su especialidad era hacer poemas improvisados y cupletillas cómicas. E igualmente escribía comedias, dramas, melodramas, sainetes, entremeses, zarzuelas y tragedias. Todo al gusto del consumidor.

Sus honorarios eran módicos y su cuantía iba en función del trabajo que se le asignara. No necesitaba de propaganda ya que era muy popular y solía decir: - “Yo soy más conocido en Córdoba que el Guadalquivir”.

Preguntado si estaba satisfecho por su trabajo comentaba lo siguiente: -“Con lo que más gozo es escribiendo cartas de amor a los enamorados, pues mantengo el más compresivo y discreto secreto. En más de una ocasión me han felicitado por haber llevado palabras de amor sentido y ternura de corazón entre el amado a su amada o viceversa”.

También a la pregunta de cómo no escribía su prolífero trabajo en periódicos y revistas solía responder: -“Estuve de joven en un periódico sevillano, ¡qué recuerdos me traen aquellos tiempos!, llevaba una sección diaria muy graciosa , pero por circunstancias de la vida desde hace mucho tiempo prefiero vivir de mi trabajo callejero, dado que esto me da la satisfacción de ayudar a las gentes y sobre todo vivo con gran independencia…”


Este tipo de personaje escribanos, unidos a los famosos habladores y pregoneros callejeros fueron parte de una cultura que debido a la modernidad desaparecieron, y con ello, se perdió el calor humano que propagaban, tanto por su encanto y belleza, como por el sabor costumbrista y popular en que estaban envueltos.