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Los mozos de carga, conocidos como gallegos, eran unos pintorescos personajes que desarrollaban el trabajo de trasladar bultos, baúles o cualquier otro tipo de enseres, para lo que fueren contratados.

En las mudanzas de muebles o elementos muy pesados siempre se recurría a los gallegos, sinónimo de forzudos, como los más adecuados para la realización de los traslados.

Su útil de trabajo esencial era una gruesa soga de esparto y su presencia era habitual en la estación a la hora de llegada de los trenes y en la Puerta de Gallegos donde se ubicaba una parada de carros-batea que después fue de triciclos de alquiler.