Ignacio María Martínez de Argote "IX Marqués de Cabriñana"

Ignacio María Martínez de Argote y Salgado
Abogado, político y poeta
Nacimiento:	8 de diciembre de 1822 Villaharta (Córdoba)
Fallecimiento:	11 de abril de 1891 Niza (Francia)
Profesion:	Abogado
Actividad:	Política y Literatura
Reconocimientos:	Caléndula de Oro (1859)
Destacado:	IX Marqués de Cabriñana del Monte
Alcalde de Córdoba 1863-1864

Ignacio María Martínez de Argote y Salgado (Villaharta, 8 de diciembre de 1822 – Niza, 11 de abril de 1891) fue un noble, abogado, político y poeta cordobés. Ostentó los títulos de IX Marqués de Cabriñana del Monte y VII Marqués de Villacaños. Desempeñó cargos de relevancia como Alcalde de Córdoba, diputado a Cortes y senador vitalicio.

Biografía

Nació en la localidad de Villaharta en 1822, siendo hijo natural de Ignacio Martínez de Argote y Mosquera, VIII marqués de Cabriñana del Monte, y de Teresa Salgado y Crespo. Sucedió a su padre en las mercedes nobiliarias. Cursó estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla, ejerciendo posteriormente la abogacía en Córdoba, donde fijó su residencia en la casa solariega de su familia en la Calle Real. Contrajo matrimonio con María de los Dolores Hernández y Márquez. Al no tener descendencia directa, sus títulos nobiliarios pasaron a su sobrino Julio de Urbina y Ceballos-Escalera.

Trayectoria política

Heredero de la tradición liberal de su padre, inició su carrera política a principios de la década de 1850. Fue concejal del Ayuntamiento de Córdoba y diputado provincial. Se integró en el Partido Moderado, alineándose con la fracción de los "polacos" vinculada al conde de San Luis. Representó al distrito de Montilla, donde poseía propiedades, como diputado en las Cortes en tres legislaturas: 1850, 1851 y 1853. En el ámbito municipal, ejerció como Alcalde de Córdoba desde el 7 de octubre de 1863 hasta el 3 de enero de 1864. Posteriormente, en 1864, fue designado senador vitalicio, cargo que mantuvo hasta la Revolución de 1868.

Faceta literaria

El marqués de Cabriñana del Monte y de Villacaños fue un ejemplo de los aristócratas burgueses del período isabelino, una persona con inquietudes culturales y políticas.

Martínez de Argote cultivó la poesía con un estilo marcado por influencias clásicas. Su parentesco con Luis de Góngora y Argote influyó en su interés por las letras; de hecho, se encargó de localizar los restos del poeta del Siglo de Oro para darles sepultura en la Capilla de San Bartolomé de la Mezquita-Catedral. En 1859, obtuvo la "Caléndula de Oro" en los Juegos Florales celebrados en Córdoba por su poema épico Conquista de Córdoba. Entre sus obras publicadas destacan Conquista de Córdoba por el rey San Fernando (1860) y Poesías (1866).

En 1860, fue nombrado presidente del Círculo de la Amistad. También fue miembro numerario de la Real Academia de Córdoba.

Fallecimiento y legado

Falleció el 11 de abril de 1891 en la ciudad de Niza (Francia), donde se había trasladado por motivos de salud. La noticia de su muerte causó gran pesar en Córdoba, siendo recordado en la prensa local por su carácter bondadoso y su instrucción. Su viuda, María de los Dolores Hernández y Márquez, realizó en 1894 una importante donación de pinturas al Museo del Prado, que incluía obras de autores como Hans Memling, Zurbarán y Carlos de Haes.

Reseñas

Francisco de Borja Pavón escribía sobre el marqués:

El Marqués es un sujeto de unos cuarenta años. Alto y rubio, parece pertenecer menos a la raza andaluza que a la flamenca, mezclada por algún tiempo con la española, y su aire o tipo, vuélvese a encontrar por acá en más de un rostro, así como sus blasones, sobre más de un escudo nobiliario. No me admiraría yó, y aún así me lo han afirmado, de que hubiese algo de sangre francesa en sus venas. La fisonomía del Marqués es franca y simpática; su gesto noble y modesto a la par, y su mirada dulce y cariñosa

Coleccionaba garbosamente el Marqués libros, pinturas, objetos de arte y antigüedades, que posteriores desengaños contribuyeron a diseminar sin aprovechamiento. Vivía sin fausto y con sencillez, pero generoso de suyo, gustaba de haber copartícipes de sus goces intelectuales. Y su propensión benéfica no quedó nunca desmentida.