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La fuga de Salustiano Olózaga en Córdoba (1843)

De Cordobapedia

Uno de los episodios más significativos del político liberal Salustiano Olózaga tuvo lugar en Córdoba

Tras el advenimiento al trono de Isabel II y una vez proclamada reina tras alcanzar la mayoría de edad, Olózaga fue llamado a formar Gobierno, asumiendo además la cartera de Estado.

Durante su mandato, sufrió una dura campaña parlamentaria orquestada por sus enemigos. En esta etapa demostró sus excepcionales dotes de orador, pronunciando discursos memorables, como aquel que concluyó con la frase: Dios salve a la Reina; Dios salve a España.

Temiendo el desgaste político y la falta de apoyos, decidió disolver las Cortes. Fue entonces cuando González Bravo lo acusó de haber obligado a la reina —que contaba poco más de catorce años— a firmar el decreto de disolución, sujetándole la mano.

Posada Herrera respaldó esta acusación, y el 29 de noviembre de 1843 se publicó un real decreto exonerando a Olózaga de sus cargos. Inmediatamente fue detenido y se ordenó su deportación.

Pocos días después, llegó a Córdoba, escoltado por la fuerza pública, de paso hacia Málaga, desde donde debía embarcarse con destino desconocido. En Córdoba contaba con numerosos amigos y correligionarios que idearon su fuga, la cual fue exitosa.

En uno de los primeros días de diciembre, un día frío y lluvioso, dos soldados escoltaban al expresidente desde la residencia del jefe político de la provincia, donde había comparecido, hacia la cárcel. Acompañado por varios simpatizantes, los soldados marchaban a cierta distancia en señal de respeto a su categoría.

Al llegar a la calle del Reloj, Olózaga aceleró el paso y entró en el café que más tarde sería conocido como el Suizo Viejo. Mientras los acompañantes dificultaban el paso a los soldados, estos entraron en el establecimiento, pero pese a registrarlo, no pudieron encontrar al preso: había desaparecido.

La versión general era que había escapado por una puerta trasera y se ocultaba en casa de algún amigo. Sin embargo, la realidad fue muy distinta.

Olózaga, al entrar en el café, se refugió en un retrete donde le esperaba un joven con un envoltorio que contenía un uniforme de remontista. El político se cambió de ropa, dejando su traje en el pañuelo, y salió por la misma puerta por la que había entrado, disfrazado y sin levantar sospechas.

El responsable de facilitarle el uniforme fue el industrial cordobés Joaquín Vasconi, quien confió la misión a un operario de su fábrica. Tras la fuga, Olózaga permaneció oculto durante varios días en la pensión conocida como Casa de las Mariquitas, ubicada en la esquina entre la cuesta de Luján y la calle Ambrosio de Morales.

Gracias a contactos gestionados por Curro Márquez Manchado y otros conocidos, se puso en contacto con un grupo de contrabandistas. Junto a ellos, y haciéndose pasar por uno de la partida, logró cruzar la frontera hacia Portugal.

Desde entonces, Olózaga pasó gran parte de su vida fuera de España, especialmente en Francia e Inglaterra. Falleció en Enghien, cerca de París, el 26 de septiembre de 1873, a los 65 años de edad.