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Los sucesos del 5 de mayo de 1912

De Cordobapedia
Grabado por IA recreando cómo centenares de personas acabaron con un toro (1912)

Los Disturbios en la corrida de toros del 5 de mayo de 1912 fueron una serie de graves altercados ocurridos en la Plaza de Toros de los Tejares de Córdoba durante una corrida en la que participaban la conocida como cuadrilla de toreros negros, liderada por los matadores Facultades y Cubanito. El evento degeneró en actos de vandalismo y violencia, con múltiples heridos, incluyendo un niño en estado crítico.

Crónica de los hechos

El diario El Defensor de Córdoba publicó al día siguiente, el 6 de mayo de 1912, la siguiente crónica de los sucesos:

Se lidiaban ayer en esta plaza de toros, cuatro de no sabemos que ganadería y eran matadores los toreros negros Facultades y Cubanito. La entrada fué un lleno. El negocio de lo mejorcito, apesar de la baratura de las entradas, y tal vez por esto mismo.
Pocas veces salvo en las corridas de feria, hay una entrada igual.
Los toros no valían nada, ni los toreros tampoco. Aquellos negros tuvieron la plaza convertida en un herradero toda la tarde.
Algo hicieron los banderilleros demostrando que valían más que los espadas y hasta algunos capitalistas que se arrojaron al redondel, demostraron más arte.
Al salir el segundo toro, el público pidió que fuese retirado al corral. Se condenó al fuego al siguiente. El otro fué al corral. El tercero bis que ya lo había proclamado manco parte del público del sol, que aplaudía ó silbaba sin tón ni són, se salvó del fuego porque un capitalista se arrojó á la plaza y supo torearlo.

El principio

El sexto toro que pisó la plaza era uno de los que se habían echado al corral.
Al salir, el público protestó ruidosamente y antes de que diera una vuelta al ruedo, el presidente que lo era el jefe de la guardia municipal señor Yepes, ordenó que se le fogueara. Con protestas de algún banderillero y de casi todo el público fue fogueado, mientras se arrojaban al redondel cientos de personas.
El toro estaba vivo y las cuadrillas se retiraron del redondel. Esperaba el público sensato que el presidente hubiera ordenado que salieran los mansos y se lo llevaran, pero el presidente no se atrevió á tomar decisión alguna y nosotros con el alma en un hilo, vimos como un sujeto dió infinidad de cachetazos al toro, hasta que el animalito quedó muerto, acribillado á pinchazos.
En aquel instante el presidente se retiró.
El público comenzó á retirarse de la plaza, censurando en voz alta lo ocurrido, cuando salieron las mulillas.

Crímenes salvajes

Fué entonces cuando los cientos de personas que rodeaban el toro, y á quien este milagrosamente, no había hecho daño en el rato que estuvo la plaza á merced de los capitalistas, pensaron impedir el arrastre y cortaron los tiros de mulas, cuyos servidores los llevaron á buen paso á las cuadras.
Aquí comienza el salvajismo, uno corta el rabo del toro y recorre el ruedo mostrando el rabo como un trofeo, otro corta las orejas y... algo más.
A la vista de la sangre los salvajes piensan en crímenes y arrojan brutalmente piedras á unos municipales que pretenden custodiar la carne del toro.
Otros espectadores de perversos instintos, no encuentran modo mejor para protestar que destrozar las barreras y algunos hacen fogatas cerca de las mismas con papeles y almohadillas.
Pero el colmo del salvajismo, de la canallada, de la criminalidad, está en unos asesinos que cogen los bancos del sol alto y comienzan á lanzarlos al tendido, donde hay centenares de personas que procuran ponerse á salvo huyendo.
Junto á un soldado de la Reina vemos caer un banco que se hace astillas. El soldado permanece impertérrito, no trata de marcharse.
Uno de los bancos lanzado por las manos criminales encuentra en su trayectoria la cabeza de un niño. El banco se estrella contra los cajones de la barrera, un segundo despues el niño cae al suelo como herido por un rayo.
Alguien que nos toca muy de cerca apostrofa á los bandidos que han cometido aquel crimen y al ver penetrar en la plaza al señor Retamosa le dice lo que ha ocurrido.
El señor Retamosa corre al sitio del suceso, un soldado desenvaina el sable, un obrero de la fábrica de productos esmaltados, Francisco Sánchez Luque, atraviesa por aquel campo de Agramante y recoge al niño en brazos, otras dos personas caritativas le auxilian y el niño va á la enfermería.
Entretanto un cabo de Sagunto desenvaina el sable en el sol alto é impide con su valor que los salvajes sigan tarea criminal.
Son unos instantes terribles. No hay nadie que mande, no hay una autoridad que impida aquellos actos.
El agente señor Rico requiere á la guardia civil que estaba formada en la puerta de la plaza para que penetre en ella.
Entretanto ha llegado á la primera ochava de sombra, el jefe de la guardia municipal señor Yepes.
Este, sable en mano, sube al tendido pronunciando palabras de las que protestamos por creerlas una blasfemia. El señor Yepes, enterado de nuestra protesta, nos ha visitado hoy diciendo que él odia las blasfemias, y que lo que debió ocurrir es que enfadado dijo diez y el público entendió otra cosa.

El momento difícil

La guardia civil entra en el redondel. Es el momento en que los sucesos pueden tomar mayor auge porque algunos deslenguados insultan á las autoridades y la benemérita se dispone á desalojar la plaza á viva fuerza.
Don José Carrillo Pérez, desde un cajón arenga á los espectadores y recomienda calma y que el conflicto termine.
Vino entonces la reacción y el público sensato se puso de parte de las autoridades y la guardia despejó los tendidos en breve tiempo.

En la enfermería

Los médicos don Emilio Morillo, don Manuel Villegas y don Miguel Luanco practicaron, con la ayuda del farmacéutico señor La Linde y los practicantes don Bernardo Rodríguez y don Emilio del Pino.
  • A José Gaviño Larras, de diez años, hijo del que fué pregonero, se le apreció la fractura de la bóveda craneana; se le extrajo una esquirla del parietal de 8 X 2 centímetros. Su estado fué calificado de gravísimo, fué conducido al Hospital de Agudos donde se le administró la Extremaunción. El dueño del pabellón modernista don Antonio Ramírez de Aguilera que presenció el suceso entregó ocho pesetas para los padres del niño.
  • Otro herido es el guardia municipal Manuel Camuñas Ruiz, á quien dieron tal pedrada que á pesar de resguardarle la cabeza el ros, sufrió una herida contusa de nueve centímetros, pronóstico reservado.
  • Guardia Juan Zamorano, herida contusa en el labio, de una pedrada.
  • Antonio Blancas Álvarez es un espectador que resultó con una herida en el labio inferior producida por un taco de una banderilla de fuego.
  • Juan Antonio Morales Lozano al descuartizar las reses se llevó con la faca un trozo de carne de su mano. Curado en la enfermería se vió la falta del trozo de carne y se fué al sitio donde había quedado, lavósela con agua hervida y se cosió con varios puntos de sutura.
En esta labor ayudaron á los médicos citados Dos palabras
Anoche en todas partes se comentó mucho lo ocurrido y se dirigieron muchas censuras á la empresa, á algunas autoridades y al público.
Permítasenos emitir una opinión sobre la presidencia. Creemos que ésta no debió ocuparla el jefe de la guardia municipal. Su misión en la plaza es otra.
Tal es el suceso de ayer que tan viva indignación produjo en cuantos amamos á Córdoba, porque hubo zulús que realizaron desafueros criminales, que no pueden imputarse á esta hidalga tierra, sino á gente espúrea. Nosotros dejamos que el relato se comente como quiera, decimos la verdad y esperamos que las autoridades pongan en claro las responsabilidades que hubiera é impongan los castigos á que haya lugar.
El noble pueblo de Córdoba que siempre ha mostrado su hidalguía execra los sucesos de ayer, las autoridades deben recordarlos para evitar que tales sucesos puedan repetirse.[1]

Referencias

  1. Anónimo, Crónica de sucesos, El Defensor de Córdoba. Diario Católico, 6 de mayo de 1912, consultado el 16 de mayo de 2024