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Rafael Malagón “El Mocho” (Almedinilla, c. 1910) fue jornalero.

Guerra Civil

Rafael Malagón fue detenido y llevado a Priego de Córdoba en los primeros momentos del golpe de estado de 1936. En una entrevista con Antonio Pulido para la revista “La Fuentezuela”, relató su detención y fuga de un pelotón de fusilamiento.[1]

La misma noche del 12 de agosto de 1936 nos sacaron de la cárcel y nos llevaron a Monturque. Al salir de la cárcel nos iban subiendo a un camión con las manos atadas, y atados unos a los otros. Aquella noche pudimos escaparnos todos… había por lo menos cuatro camiones. Separaron a 80 presos, empezaron a nombrar y a subir gente en uno u otro camión, hasta llenarlos todos… Venían conmigo Patas Largas, un hermano de Pablo Porretas, que era el presidente de la Juventud, El Chicho, marido de María la Cerroja… la gente ya iba muerta en el camión… Nos pusieron en un lindazo que tendría 15 o 20 metros de talud, a eso de la una y media o dos de la madrugada… Por eso nos escapamos los cinco… los cinco que corrimos. No hubo nadie que nos ayudara a escapar, como alguien ha dicho por ahí…yo me desaté porque aquello era un cordelillo, dejándome el cordel en la mano…luego desaté a Juanico Páez, que no quería porque pensaba que la cosa no sería tan grave, que iríamos a otro sitio… pero yo le decía: ¿no ves que nos van a matar?… Y es que yo había escuchado que en Asturias se habían encontrado no sé cuantos mataos al borde de la carretera. A mi izquierda tenía yo al hermano de Pablo Porretas y al Chicho, y a mi derecha estaba Juanico… Si yo sé que no van a correr les pego un empujón a aquellos dos, como hice con este. Juanico salió rodando, según me confesó después y cuando llegó a lo hondo quiso levantarse y se cayó otra vez…los demás cada uno tiró por su lado. Cuando iba a unos cincuenta metros o menos empezó el tiroteo y momentos después no se oían más que cuatro disparos sueltos… cada uno tiró por su lado. Nos escapamos cinco… dos eran del Cañuelo, Gregorio Cañete y Juan Cañete, primo hermano suyo, uno del Tarajal, Antonio Rodríguez y dos de aquí, Juanico y yo. Cada uno tiró por donde pudo… ellos fueron a Espejo y yo llegaba por Baena… hay muchos comentarios acerca de lo que pasó y no pasó… ¡cuántos me han dicho a mí que me salvaron la vida estos o aquellos señoricos! No es verdad. Al contrario diría yo. Pero si es verdad que al final de la guerra, cuando me vine aquí, me avalaron algunos con los que había estado trabajando toda la vida.



Referencias

  1. Entrevista de Antonio Pulido para “La Fuentezuela”, nº 31, 1991.