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Don Juan Tejón y Marín (Notas cordobesas)

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Don Juan Tejón y Marín

El telégrafo nos ha dado cuenta de la muerte, ocurrida en la Corte, del coronel de Ingenieros don Juan Tejón y Marín.

Esta noticia habrá producido una impresión desagradable en nuestra capital donde el señor Tejón residió durante muchos años y logró que su figura adquiriera extraordinario relieve.

Aunque Tejón y Marin era malagueño profesaba a Córdoba gran cariño y la consideraba como su segunda patria chica.

Cuando tenia el grado de capitán fué destinado a la Comandancia de Ingenieros de esta ciudad; aquí contrajo matrimonio con una distinguida cordobesa, aunque también de origen malagueño, la señorita Victoria Baquera y aquí nacieron varios de sus hijos.

A la vez que al ejercicio de su carrera consagróse a la política, ingresando en el partido conservador, del que era jefe provincial el inolvidable Conde de Torres Cabrera y en el Comité de dicho partido ocupó puestos importantes.

Llevado al Municipio, como concejal, pronto obtuvo el nombramiento de alcalde y en este cargo pudo demostrar plenamente su talento, sus múltiples iniciativas y su perseverancia y laboriosidad incansables, a la vez que el profundo cariño que sentia por nuestra capital, como ya hemos consignado

En el Municipio realizó una excelente labor administrativa y efectuó algunos proyectos de importancia.

Obra suya son los Jardines del Duque de Rivas, unos de los mejores que poseemos, en el centro de los cuales se proponía erigir una estatua al insigne cantor de El Moro Expósito.

Suprimida, a causa del estado precario de la Diputación, la Escuela provincial de Bellas Artes, que proporcionara incalculables beneficios a la clase obrera, el señor Tejón creó la primer Escuela de Artes y Oficios que hubo en Córdoba, una escuela modesta pero que llenó parte del vacío que dejara el inolvidable centro docente mencionado.

Tejón y Marín, que sabia apreciar la gran importancia de la prensa y le concedía atención preferente, estableció en la Alcaldía un registro, iniciativa plausible que han secundado otras autoridades locales, para consignar cuantas denuncias le hicieran los periódicos locales y atender todas las que le fuera posible.

Con su trabajo profesional como ingeniero y con su influencia en las altas esferas políticas cooperó a las obras de nuestros magníficos cuarteles de la Victoria y San Rafael.

El construyó la primer casa de recreo que hubo en los alrededores de Córdoba, la cual se levanta en la carrera de la Estación, hoy Avenida de Cervantes, por encargo del ilustre periodista don José Ortega Munilla, quien pasó diversas temporadas en ese lindo y pequeño albergue.

El distinguido ingeniero tenía gran afición al periodismo y lo cultivó, casi sin interrupción, durante todo el tiempo que residió entre nosotros.

En distintas etapas de la vida del diario conservador La Lealtad estuvo sometido a su dirección, aunque nunca quiso aparecer como director, y en él escribía diariamente, lo mismo artículos doctrinales e informaciones que la sección de comentarios y de polémica.

Además colaboró mucho en el Diario de Córdoba, honrando sus columnas con trabajos científicos y en varias revistas de importancia.

En su campaña de progreso y de cultura empleó todos los medios de que podía disponer: sus iniciativas, su influencia, su pluma, su palabra.

Lo mismo ocupó la tribuna del centro docente en la notable Escuela Politécnica creada por el prestigioso jefe de Artillería don Manuel Sidro de la Torre, que la del Ateneo, la Escuela de Artes y Oficios, en la que organizó una interesante serie de disertaciones y el Círculo de la Amistad, Liceo artístico-literario en sus cursos de provechosas conferencias.

Usó por primera vez de la palabra en el primitivo Ateneo, instalado en el piso segundo del edificio en que se halla el Café del Gran Capitán, donde trató de la dirección de los globos, problema de gran actualidad entonces; le oímos por última vez en el Círculo de la Amistad donde en un elocuente discurso desarrolló un tema original: El deber.

Don Juan Tejón y Marín era, también, muy amante de la literatura; acostumbraba a reunir en su casa a los escritores y poetas cordobeses, improvisando veladas amenísimas. Merece, entre ellas, ser consignada la que dedicó al ilustre autor de La viva y la muerta, antes mencionado, don José Ortega Munilla.

Los deberes de su carrera alejaron a Tejón y Marín de Córdoba pero ni un momento olvidó a nuestra ciudad y vino a visitarla en cuantas ocasiones le fué posible.

¡Cómo la había de olvidar si cordobesa fue su malograda y virtuosa compañera y cordobeses son sus hijos!

Don Juan Tejón siguió con gran éxito, su labor política. Además de diputado a Cortes fue gobernador civil de provincias tan importantes como Valencia y en todas ellas dejó gratos recuerdos de su mando y de sus iniciativas.

Tan larga y cruel enfermedad le ha llevado al sepulcro, rendido más por el peso del trabajo que por el de los años, pues se hallaba aún lejos del final ordinario de la jornada de la vida.

El Ayuntamiento de Córdoba, pródigo en rendir homenajes póstumos, realizaría un acto de justicia dedicando un recuerdo imperecedero a la memoria de su alcalde don Juan Tejón y Marín; un sencillo pedestal, por ejemplo, en los Jardines del Duque de Rivas, con una lápida en que se consignara que esos jardines se deben a la iniciativa del benemérito finado.

18 de mayo, 1918.

Referencias

[1]

  1. Notas cordobesas. Recuerdos del pasado. Vol 4. 1923.