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Finalmente, los ermitaños lograron pagar los 2.539 reales de vellón (equivalentes a 86.326 maravedíes de plata) gracias a la intervención de un benefactor, [[Francisco Sánchez]]. Este pago salvó a las | Finalmente, los ermitaños lograron pagar los 2.539 reales de vellón (equivalentes a 86.326 maravedíes de plata) gracias a la intervención de un benefactor, [[Francisco Sánchez]]. Este pago salvó a las Ermitas de Córdoba de la demolición, preservando este emblemático lugar. | ||
=== Construcción de las primeras ermitas (1703) === | === Construcción de las primeras ermitas (1703) === |
Revisión del 01:39 24 may 2025

Se conoce como Las Ermitas el conjunto de 13 ermitas que albergaban cobijo para los eremitas que se retiraban a ellas en los aledaños de Córdoba en el paraje conocido como Cerro de la Cárcel en el Desierto de Nuestra Señora de Belén para meditar y llevar una vida de austeridad.
La primera de las ermitas fue construida en el año 1703, oficiándose la primera misa en el año 1709. El último ermitaño de las Ermitas falleció en el año 1957, estando al cargo de la misma la congregación de los Carmelitas Descalzos.
Es de destacar la labor de la Asociación Amigos de las Ermitas, que gracias a sus aportaciones han logrado desde el año 1983, restaurar 10 de las 13 ermitas que mantiene el complejo.[1]
Acceso

Este santuario que pertenece al término de Córdoba, al cual se accede por la CO-3314 de tres formas distintas: a través de la Carretera de Palma del Río (15 km); por el sur, a traves de la Carretera de Santa María de Trassierra (14 km); y por el norte, a través de la Carretera de Villaviciosa de Córdoba (19 km). Sus vías de acceso son A-431, CO-3304, CO-3314 y CP-021
Historia
El origen de las Ermitas de Córdoba en su emplazamiento actual en el Cerro de la Cárcel está marcado por un complejo pleito legal que puso en riesgo su propia existencia. La Congregación de los Ermitaños de Córdoba tuvo que abonar 2.539 reales de vellón para evitar la demolición de las construcciones, tras una sentencia de la Real Chancillería de Granada de mayo de 1713. Este pago fue realizado en su nombre por un benefactor, Don Francisco Sánchez.[2]
La Fundación y el conflicto por los terrenos (1704-1714)
Comúnmente se relata que en 1703, a instancias del Hermano Francisco de Jesús ante el Corregidor de Córdoba, se concedió a los ermitaños la posesión de la cumbre del Cerro de la Cárcel, considerado terreno baldío y realengo. Este hecho se considera el año fundacional de las Ermitas de Córdoba en su ubicación actual. En los seis años siguientes, se erigieron la iglesia, siete de las trece ermitas actuales y la cerca del Desierto, denominado desde entonces de Nuestra Señora de Belén. Los ermitaños permanecieron allí hasta 1957, cuando la Congregación se extinguió y fue sucedida por la Orden Carmelita.
Sin embargo, esta versión omite detalles cruciales. La Asociación de Amigos de las Ermitas, en su labor de investigación, localizó en el Archivo de la Real Chancillería de Granada los documentos originales de un pleito datado entre 1708 y 1714. Este litigio enfrentó a Don Antonio Fajardo de Guzmán y Doña Josefa de Cárdenas Guajardo contra la Congregación. Los demandantes acusaban a los ermitaños de:
- “…habiéndose querellado de ciertos ermitaños legos y (…) seculares por haberse introducido violenta y clandestinamente en la heredad de olivar de mi parte que llaman el Cerro de la Cárcel y denunciados no solo de nueva obra que intentan hacer de ermitas e iglesia sino de hacerla en suelo y hacienda ajena, contra la voluntad de su dueño…”[3]
A pesar de la dureza de la querella, los documentos sugieren que los ermitaños actuaron de buena fe, confiando en la autorización del Corregidor de Córdoba y creyendo que los terrenos no tenían propietario privado. Sin saberlo, estaban ocupando una finca ajena.
La actuación del Corregidor y el marco legal
Los propietarios iniciaron acciones legales para paralizar las obras. No obstante, el Corregidor de Córdoba, posiblemente para ocultar su error, tramitó inicialmente el caso como un simple deslinde y amojonamiento. Posteriormente, denegó la petición de los propietarios, argumentando que el Cerro de la Cárcel eran terrenos "baldíos" o "realengos", pertenecientes al Rey y, por tanto, de dominio público. Esta resolución contradecía las leyes de la época, que impedían edificar en terrenos baldíos, destinados al servicio de los lugareños. El cuerpo legal vigente era la "Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla", sancionada por Felipe II el 14 de marzo de 1567.
La sentencia del Corregidor de Córdoba en 1708 fue favorable a los ermitaños, representados por el Hermano Manuel de San José:
- “… declaró haber probado dicho Hno. Manuel de San José lo que le había convenido y hubo por bien probado. Y que la dicha Dª Josefa de Cárdenas Guajardo no había probado lo que le había convenido. En cuya consecuencia declaró por baldío todo lo marcado y señalado por los medidores y apeadores, y el sitio en que están las ermitas de los ermitaños, hermanos del dicho Manuel de San José y donde se ha hecho oratorio. Y demás dio licencia para que en dicho sitio continúen con dicho oratorio confeccionándole hasta su último estado, y que puedan hacer las ermitas que más bien les pareciere en dicho sitio. Y puso perpetuo silencio a dicha Dª Josefa de Cárdenas Guajardo para que ahora ni en tiempo alguno no perturbe, pida ni se mande cosa alguna por razón de dicho sitio a dicho hermano y demás sus compañeros”[4]
Esta decisión era errónea, pues una ley de Felipe III de 1609, ratificada por Felipe IV en 1632, prohibía enajenar o construir en tierras baldías para preservar su uso común.
El Pleito ante la Real Chancillería de Granada
Tras el fallo adverso, los demandantes acudieron a la Real Chancillería de Granada. El Corregidor de Córdoba intentó obstaculizar el proceso reteniendo los autos originales, lo que obligó a la Chancillería a reclamarlos y a ordenar la paralización de cualquier obra en el Cerro de la Cárcel. En la advertencia se indicaba:
- “…, y para que en el interim que en la sala se ven y determinan dichos autos, no se haga novedad en la fábrica de ermitas y oratorio; y asimismo mandaron se ayuden por pobres notorios a dichos ermitaños”[5]
Un testimonio relevante fue el de Diego Cano, arrendatario de los terrenos de Doña Josefa de Cárdenas Guajardo, quien declaró que los ermitaños le impedían recolectar los frutos y habían tomado posesión de los olivos cercanos a la iglesia.
La tramitación del pleito fue larga y compleja, con recusaciones y dificultades en la práctica de pruebas como la "vista de ojos" (reconocimiento judicial) y el "apeo" (deslinde) de la finca. El resultado del apeo fue determinante, concluyendo que:
- “… resulta que todo el dicho Cerro de la Cárcel, mesa de D. Pedro, tierra y arboleda comprendidos en dicho apeo están bajo de las lindes, mojones y circunvalación de otras heredades, sin que haya cosa alguna de montes, altos y valles que sean baldíos ni realengos (...) el sitio de las dichas ermitas y oratorio y demás que comprenden de tierra y arboleda bajo de la cerca que han hecho nuevamente, es y ha sido propio del mayorazgo de la mujer de mi parte y de sus autores.”[6]
Además, una carta original del Hermano Francisco de Jesús, fechada el 25 de abril de 1703 en el "Yermo de la Albaida", solicitando permiso para trasladarse al Cerro de la Cárcel, sirvió para demostrar que la ocupación no era inmemorial.
La Sentencia y sus Consecuencias
La Real Chancillería de Granada dictó sentencia el 26 de mayo de 1713. El fallo estableció que los demandantes probaron su acción y los ermitaños no. Se ordenó:
- Que la parte de Don Antonio Fajardo de Guzmán, ante la justicia de Córdoba y con citación de los ermitaños, justificara el valor de toda la tierra y árboles dentro de la cerca, así como los frutos desde 1703.
- Que los ermitaños depositaran dicha cantidad en un plazo de dos meses, bajo apercibimiento de demolición.
- Una vez realizado el depósito, el valor de la tierra se subrogaría a favor del mayorazgo de Doña Josefa de Cárdenas Guajardo, y los frutos a ella directamente.
- Se prohibió a los ermitaños fabricar nuevas ermitas fuera de la cerca existente.
- Se les concedió una servidumbre de paso por el sitio que menos perjudicara a las heredades colindantes.
Esta resolución es considerada una manifestación temprana de "accesión invertida", donde quien construye en terreno ajeno puede adquirir la propiedad del suelo pagando su valor.
Finalmente, los ermitaños lograron pagar los 2.539 reales de vellón (equivalentes a 86.326 maravedíes de plata) gracias a la intervención de un benefactor, Francisco Sánchez. Este pago salvó a las Ermitas de Córdoba de la demolición, preservando este emblemático lugar.
Construcción de las primeras ermitas (1703)
Así la primera ermita se construyó en el año 1703, y en una pequeña capilla erigida, se celebró por primera vez la Misa el día 11 de julio de 1709, siendo consagrada a Nuestra Señora de Belén.[7].
Desamortización
Debido a su privilegiada situación, con maravillosas vistas a todo el Valle del Guadalquivir a su paso por la ciudad de Córdoba, el obispo Pedro Antonio de Trevilla mandó construir un magnífico asiento al borde del cerro, para poder contemplar el entorno, la conocida como silla del Obispo
El 13 de abril de 1836 con motivo de la desamortización, son expulsados los ermitaños, para volver nueve años después de haber comprado los religiosos, el terreno a su propietario[8]
Podemos saber de la vida que se llevaba en el año 1856 gracias a una crónica del periodista Pedro de Madrazo[9]:
- Vivían en las ermitas en la época de nuestra visita, bajo la protección del señor obispo de Córdoba, diez y siete ermitaños profesos y un solo novicio. Observan riguroso silencio é incomunicación completa entre sí la mayor parte del día. Reúnense solamente en la capilla, en la lectura que sigue á la misa y en el refectorio. cada cual tiene su celdilla ó mas bien su ermita separada, y hace su almuerzo y cena en su cocina; para la comida hay refectorio en la casa principal. Emplean en el trabajo manual y corporal cinco horas diarias. A las horas de oración, cada cual debe, tocar su campana en oyendo sonar la de la capilla, é incurre en grave falta el que no lo hace. "Visten hábito y escapulario con capilla de paño pardo. Hay casa de novicios separada de las celdas de los profesos, que como hemos dicho están aisladas y diseminadas en toda la extensión del santo yermo. El noviciado dura seis meses. En una de las peñas mas avanzadas de la montaña han labrado los ermitaños para e] obispo un cómodo sillón desde el cual se goza una de las perspectivas mas bellas que. pueden imaginarse
Labor humanitaria de los ermitaños [10]

La comunidad de ermitaños de las Ermitas siempre fue muy bien tratada y considerada por el pueblo de Córdoba, sobre todo, por la comida que diariamente ofrecían a los pobres a medio día. De hecho, uno de los senderos de acceso a las Ermitas, el conocido como Cuesta de los Pobres, en una bifurcación de la Cuesta del Reventón, lugar tradicional de acceso por parte de los cordobeses, fue denominado así por el reguero de pobres que acudían diariamente a comer.
Salvo muy raras excepciones, la comida consistía en el clásico potaje de habas de su propia cosecha, convenientemente condimentadas y que era repartido en unos librillos de barro, en cada uno de los cuales depositaban la ración para cuatro comensales. Queremos reseñar como dato curioso, que todos los días de la semana habían de ir los pobres provistos de su ración de pan, a excepción de los sábados que también les era suministrado por los Ermitaños.
Último ermitaño y entrega a frailes carmelitas (1957)
Las Ermitas tuvo ermitaños hasta 1957, en que el Obispado decidió, antes de la muerte del último de ellos (Juan Vicente de la Madre de Dios) entregar las Ermitas a los frailes carmelitas, la orden religiosa cordobesa más cercana a esa forma de vida, año desde el cual estos mantienen las Ermitas.
En 1983 surge la Asociación Amigos de las Ermitas ante el deterioro del entorno, con el fin de colaborar en su conservación.

Construcción del Sagrado Corazón de Jesús
Artículo sobre el Sagrado Corazón de Jesús
En el año 1929, se crea el Sagrado Corazón de Jesús, imponente escultura del Sagrado Corazón de Jesús, obra de Lorenzo Coullaut Valera, que gracias a la iluminación que tiene, se constituye en el único punto luminoso de la sierra cordobesa visible desde la ciudad de Córdoba. Su inauguración estuvo poblada de cordobeses, calculando algunos en 25.000 el número que acudió a la misma.
La imagen original fue una iniciativa que culminó con su inauguración en 1929 por el entonces obispo de la diócesis, Adolfo Pérez Muñoz coincidiendo con la festividad de San Rafael (24 de octubre). Emplazado en el Desierto de Nuestra Señora de Belén, en el complejo de Las Ermitas en plena Sierra Morena, se convirtió desde el principio en un símbolo religioso y paisajístico para Córdoba.
Cuarenta años después de su inauguración, el 19 de agosto de 1969, un rayo impactó directamente sobre la escultura, causándole graves daños y destruyéndola en gran parte. A pesar de los esfuerzos iniciales por recuperarla, la adversidad volvió a presentarse.
El 17 de mayo de 1972, cuando la estatua ya había sido reconstruida o se encontraba en proceso avanzado, un segundo rayo la alcanzó, decapitándola y afectándola seriamente de nuevo. La elevada altitud del monumento y su ubicación expuesta en la sierra se consideran factores determinantes en estos sucesos.
Finalmente, gracias a la solidaridad ciudadana, la restauración se completó. El 4 de julio de 1986, la imagen restaurada del Sagrado Corazón de Jesús fue bendecida por el obispo de Córdoba en aquel momento, José Antonio Infantes Florido.
Visitas turísticas

Se pueden visitar por la mañana de 10:00h a 13,30h, y por las tardes dependiendo la época del año. En invierno de 16:30 hasta la caída del sol o 19:45h, y en Julio y Agosto de 17:00h a 19:45h. El precio de la visita es de 1,50€ los adultos y 0,70€ los niños, debiendo consultar los grupos precios (Tlf. 957.266607)
Monumentos y lugares de interés:
- En un hueco de una columna al borde del camino, se encuentra una calavera y un azulejo con la siguiente inscripción: "Cómo tu me ves, tu te verás. Como yo te veo, yo me ví. Piensa bien y no pecarás."
Galería
Páginas relacionadas
Enlaces Externos
- Las Ermitas de Córdoba. Serafín Linares Roldán
- Las Ermitas de Córdoba. Manuel Pérez de la Lastra y Villaseñor
- Ermitas de Nuestra Señora de Belén de Córdoba
- Página de los Carmelitas Descalzos de Andalucía con reseña historia de Las Ermitas
- Las Ermitas de Córdoba en Artencordoba.com
- Las Ermitas en Paseos por Córdoba
Referencias:
- ↑ Día de Sol, habas y buena compañía. Crónica en el Diario Córdoba.Manuel Ruiz Díaz. 16 de abril de 2007
- ↑ Francisco de Asís Paniagua Amo, «2.539 Reales de Vellón»: Historia del Pleito de Las Ermitas de Córdoba, Asociación de Amigos de las Ermitas, 7 de noviembre de 2022, https://amigosdelasermitas.es/2-539-reales-de-vellon-historia-del-pleito-de-las-ermitas-de-cordoba/. Consultado el 24 de mayo de 2024.
- ↑ Francisco de Asís Paniagua Amo, «2.539 Reales de Vellón»: Historia del Pleito de Las Ermitas de Córdoba, Asociación de Amigos de las Ermitas, 7 de noviembre de 2022, https://amigosdelasermitas.es/2-539-reales-de-vellon-historia-del-pleito-de-las-ermitas-de-cordoba/. Consultado el 24 de mayo de 2024.
- ↑ Francisco de Asís Paniagua Amo, «2.539 Reales de Vellón»: Historia del Pleito de Las Ermitas de Córdoba, Asociación de Amigos de las Ermitas, 7 de noviembre de 2022, https://amigosdelasermitas.es/2-539-reales-de-vellon-historia-del-pleito-de-las-ermitas-de-cordoba/. Consultado el 24 de mayo de 2024.
- ↑ Francisco de Asís Paniagua Amo, «2.539 Reales de Vellón»: Historia del Pleito de Las Ermitas de Córdoba, Asociación de Amigos de las Ermitas, 7 de noviembre de 2022, https://amigosdelasermitas.es/2-539-reales-de-vellon-historia-del-pleito-de-las-ermitas-de-cordoba/. Consultado el 24 de mayo de 2024.
- ↑ Francisco de Asís Paniagua Amo, «2.539 Reales de Vellón»: Historia del Pleito de Las Ermitas de Córdoba, Asociación de Amigos de las Ermitas, 7 de noviembre de 2022, https://amigosdelasermitas.es/2-539-reales-de-vellon-historia-del-pleito-de-las-ermitas-de-cordoba/. Consultado el 24 de mayo de 2024.
- ↑ Las Ermitas de Córdoba, Manuel Pérez de la Lastra y Villaseñor, CordobaLibros, 2004, ISBN 84-609-1657-X
- ↑ Según el acta capitular del 24/5/1836, el ayuntamiento se dirigió al Gobierno pidiéndole que permitiese que se quedaran los ermitaños en sus ermitas y el gobierno le contestó que no estaban incluidos en la Orden del 8/3/1835, de donde se desprende que no tuvieron que abandonarlas)
- ↑ El Correo de Ultramar : Parte literaria é ilustrada reunidas Tomo VII Año 15 Número 157 - 1856. París
- ↑ . Rafael García Velasco en Córdoba en Mayo, año 1990 página 95
Las Ermitas en Rincones de Córdoba con encanto[1]
Sobre la puerta antigua de las Ermitas, dos palabras compendian lo que el lugar regala a todo aquel viajero que sepa apreciarlo: “Bendita soledad”. Y en el vestíbulo, junto a una desnuda cruz de madera, antiguas inscripciones invitan a la meditación. “Detén el paso y advierte / que este lugar te convida / a que mueras en la vida / para vivir en la muerte”, reza una. El viajero de hoy acaso no comprenda muy bien el grado de renuncia que este apartado desierto exigía a los antiguos ermitaños, pero sí percibe la espiritualidad, incluso laica, que desprende el ambiente. Y es que en las Ermitas se toca el cielo, como insinúa el verso de Antonio Fernández Grilo: “Muy alta está la cumbre, / la cruz muy alta, / para llegar al cielo / ¡cuán poco falta!”. Los venerables ermitaños, de luenga barba y pardo sayal, desaparecieron de este paisaje en 1958, cuando entró en crisis su modelo religioso y tomaron el relevo los Carmelitas descalzos. Pero su recuerdo flota en el ambiente, alentado por los textos escatológicos y la paz de cementerio que inspiran los cipreses apuntando al cielo. Si hay un lugar mágico y ascético en los alrededores de Córdoba es el Paseo de los Cipreses, empedrado camino que asciende en suave pendiente entre el sobrecogedor abrazo de las copas afiladas que arañan el cielo. Las mañanas invernales de niebla confieren al paseo un esplendor misterioso que, en alianza con el silencio, transmite una profunda paz interior. Al término del paseo, un rojo pedestal de ladrillo sustenta la escueta Cruz del Humilladero, erigida “a la memoria del Excmo. Sr. D. Federico Martel de Bernuy, Conde de Torres-Cabrera, y del Menado, protector de este santo retiro”. Y bajo la lápida, una pequeña hornacina enrejada cobija la anónima y tenebrosa calavera: “Como te ves, yo me vi; / como me ves, te verás. / Todo para en esto aquí! / Piénsalo y no pecarás”. La antesala de la iglesia es una explanada sombreada por palmeras a la que se abre la ermita de la Magdalena, edificada en 1798 “a devoción y expensas del Exmo. Sr. Duque de Arión”, una de las trece diseminadas por el desierto, que muestra al viajero la mortificada vida de los antiguos eremitas. Junto a ella, el cementerio de anónimos nichos, uno de ellos abierto, a la espera del próximo inquilino. Una portadita neoclásica de rojo ladrillo invita a entrar en la recoleta iglesia. “Silencio”, insiste un rótulo. El tiempo parece detenido en el interior del templo, que traslada a otra época. Hasta el punto de imaginar el visitante que de un momento a otro los ermitaños van a tomar asiento en los bancos de madera adosados a los muros de la nave. Pura ilusión. Ya no hay más ermitaños que los de los retratos antiguos que pueblan el sotocoro, como el venerable Francisco de Santa Ana, el hermano Pedro de Cristo –cuyos restos reposan en el crucero– o el hermano Telesforo de Jesús María, que “resplandeció en todo género de virtudes” y murió en 1912 con “cerca de los 90 años de edad y 65 de vida eremítica en este desierto”. Desde el retablo neobarroco, que reemplaza al destruido por un incendio en 1836, una imagen sedente de la Virgen de Belén preside las celebraciones. Tras la cabecera del templo pervive la antigua sala capitular, presidida desde su camarín por la Virgen de las Victorias. De nuevo en el exterior, el viajero baja ahora hasta la explanada conocida como Balcón del Mundo, espléndido mirador a cuyos pies se extiende Córdoba y el alomado paisaje campiñés. Desde un altísimo pedestal bendice la ciudad una colosal estatua del Corazón de Jesús labrada por Lorenzo Coullaut Valera y erigida en 1929. Repare el viajero en el delicado bajorrelieve de mármol situado al pie del pedestal. A la derecha del recinto, donde la explanada se asoma al antiguo acantilado conocido como Rodadero de los Lobos, se alza una desnuda cruz y, junto a ella, el sillón de piedra que mandó instalar en 1803 un prelado caprichoso, Pedro Antonio de Trevilla, por lo que se le conoce como “sillón del obispo”. Siguiendo una antigua tradición, las muchachas casaderas toman asiento en él con la esperanza de encontrar al hombre de su vida. Al abandonar la “isla silenciosa”, como llamó a este lugar el poeta Pablo García Baena, puede que el viajero sienta lo que el Marqués de Lozoya dejó escrito en el libro de visitas: “El que pasa en este recinto un breve rato, sale siempre con un poquito de paz en el corazón”. Referencia
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